El pasado lunes, caía un aguacero en Bogotá, Colombia, cuando Liliana Marcela Ospina Sanchez pensó por primera vez en protestar durante el Global Big Day de este año, la fecha en la que pajareros de todo el mundo cuentan sus avistamientos en la plataforma eBird. Ospina, una guía turística y pequeña empresaria, estaba scroleando en redes sociales. El hashtag #SOSColombia era tendencia.
Desde el 28 de abril, ONG locales y ciudadanos estaban usando las redes para documentar la violencia policial generalizada que se vivía durante el más reciente paro nacional. Decenas de miles de personas se han volcado a las calles para manifestarse contra un controvertido proyecto de ley de reforma tributaria que, según los opositores, afectaría de manera desproporcionada a las personas más pobres de un país cuya economía ha sido diezmada por el Covid-19. Aun después de que se retirara la reforma, las protestas han continuado, pues el país enfrenta altas tasas de desempleo y pobreza debido a la pandemia.
Ospina pensó en quienes protestaban bajo la lluvia afuera de su casa. Al mismo tiempo, dice, “uno ve en las redes sociales mensajes como “‘¡vamos a ir a pajarear [como se le llama al avistamiento de aves en colombia] este sábado!’, ‘¡vamos a volver a ser el número uno!’, ahí uno empieza con ese conflicto”.
El año pasado, más de 50.000 personas de 175 países participaron en el Global Big Day. Desde 2016, Colombia, el país más biodiverso por metro cuadrado, ha sido el ganador de la jornada, con participantes que registraron hasta 1,590 especies de aves en un día.
Este año, competir por los derechos internacionales de fanfarronear en medio de tanta agitación se sintió mal. El martes, Ospina y su esposo Juan Carlos Rubiano Reyes, quien además es su socio comercial, se solidarizaron con los manifestantes. Citando el dolor que hoy experimentan los “bosques, aves, líderes ambientales, campesinos y pueblo” colombianos, anunciaron en una que su empresa de ecoturismo, Raíces Profundas Turismo Ecológico y Cultural, no participaría en el Global Big Day el 8 de mayo.
La decisión provocó acaloradas conversaciones entre la comunidad de observación de aves de Colombia e inspiró a otros a actuar. Para el miércoles, , dos , grupos de avistamiento de todo el país, y cientos de avistadores de aves se habían unido al boicot. En una encuesta informal que se realizó en el grupo en Facebook de la Red Nacional de Observadores de Aves (RNOA), la red de avistadores de aves más grande del país, 130 personas dijeron que tampoco participarían del Global Big Day este año. En contraste, 11 dijeron que sí participarían, y cinco dijeron que saldrían a pajarear pero no subirán listas a eBird.
Quienes participan del boicot esperan que su ausencia cree conciencia entre la comunidad internacional de observación de aves sobre la crítica situación del país. Su meta, como lo expresó el pajarero y biólogo Jeancarlo Sánchez, es “que los ojos del mundo pajarero en el planeta de repente vean que Colombia no está, que hacemos falta, y que no está figurando en los primeros puestos, como siempre lo ha hecho desde que empezó esta iniciativa, y que se pregunten porque”.
Antes del paro nacional, la pandemia ya tenía a los avistadores de aves preguntándose cómo participar de manera segura en las actividades de este año. El país atraviesa la tercera ola de Covid-19, con la ocupación de UCIs rozando en algunas regiones, y de su población completamente vacunada. Después de que los manifestantes bloquearan las autopistas y la violencia escaló, se volvió aún más incierto cómo podrían salir a pajarear el 8 de mayo, dice Felipe Estela, quien coordinó el Global Big Day en Valle del Cauca, al sur de Colombia, y decidió unirse al boicot el pasado miércoles. La violencia en Cali, su ciudad natal, ha sido aterradora en los últimos días. “Se volea bala pa’ todo lado, bombas, y lo uno y lo otro. Es algo que nunca jamás había vivido en la ciudad”, dice. “Es una situación de zozobra permanente”.
ún así, muchos otros han decidido tomar una posición: “No podemos celebrar el día mundial de las aves en un país donde nos están cortando las alas”, dice el observador de aves Julián Ávila-Campos. En diez días de protesta, al menos 24 personas han sido asesinadas, incluyendo a jóvenes estudiantes como Santiago Andrés Murillo, de 19 años; y Nicolás Guerrero, de 22. Sus muertes se han convertido en ejemplos de la violencia generalizada que se vive en el país. Algunas ong locales han registrado hasta 1.773 denuncias de episodios de violencia policial, incluidos 11 casos de violencia sexual.
Algunos boicoteadores, como la bióloga María Paula Camelo, esperan que su ausencia también llame la atención sobre el asesinato de líderes ambientales en Colombia, el país para los activistas ambientales. A principios de este año, Gonzalo Cardona, un querido observador de aves que dedicó su vida a proteger los ecosistemas donde viven los loros orejiamarillos, fue asesinado por su trabajo ambiental. Si cada ave cuenta, dice Camelo, es porque un observador de aves, o pajarero, lo ha contando. “Cada pajarero muerto cuenta también”, señala.
El apoyo al boicot durante el Global Big Day está lejos de ser unánime. Algunos piensan que el boicot politiza el avistamiento de aves, que debe quedarse como un “espacio neutral”, como expresó la RNOA en un comunicado. La RNOA borró publicaciones de sus miembros en Facebook sobre el boicot, pero luego se disculpó e hizo un llamado a respetar las opiniones de todo el mundo. Algunos grupos como la Sociedad Antioqueña de Ornitología (SAO) empezaron a bloquear y eliminar a quienes mencionaran el tema en grupos de WhatsApp y Facebook; una de ellos, Angela Caguazango, dice que la práctica es “inaceptable, sobre todo en un país donde la censura ha generado tantas olas de violencia”. La SOA se negó a comentar para esta historia.
Antes de que comenzara la huelga nacional, la comunidad pajarera del país planeaba homenajear a Cardona durante este Global Big Day. Muchos planean participar para honrar esa promesa. Otros, como Jorge Muñoz, director de la Asociación Ornitológica de Caquetá, saben que ocupar un lugar destacado en el Global Big Day podría ayudar a traer fondos y apoyo para las iniciativas locales de ecoturismo. La región en donde Muñoz trabaja fue devastada durante las peores épocas del conflicto interno colombiano, y el ecoturismo se está convirtiendo lentamente en una alternativa económica para campesinos y ex guerrilleros de las Farc intentado reintegrarse a la vida civil. Sería injusto abandonarlos, dice, pues las comunidades rurales llevan meses preparándose para el evento.
Ospina, quien sin proponérselo inició el boicot, dice que su intención no es arruinar el Global Big Day de nadie, sino que su objetivo es llamar la atención sobre la situación del país. Está invitando a que la gente comparta fotos, canciones, dibujos, poemas o cualquier expresión artística para mostrar que sin gente que defienda y cuide la tierra, no hay número uno para Colombia. “Queremos que nos reconozcan por las aves”, dice, “pero sin desconocer la realidad que tenemos”.