Si bien la tecnología de seguimiento o el encuentro de aves anilladas se destacan a menudo como formas de entender los movimientos de las aves migratorias, muchas aves son demasiado pequeñas para llevar dispositivos de rastreo, y tan solo una de cada 400 aves canoras anilladas se vuelve a encontrar. Afortunadamente, existen otras técnicas de investigación que proporcionan conocimientos similares. Un ejemplo es el uso de la información genética para revelar patrones de conectividad migratoria en todo el hemisferio, y Project está liderando el camino.
En 2009, la Dra. Kristen Ruegg y el Dr. Thomas Smith desarrollaron un método similar al que se emplea en las pruebas de ascendencia genética de los ancestros que ahora están ampliamente disponibles para la gente. Los investigadores empiezan por elaborar un mapa de cómo se distribuye la variación genética en el área de reproducción de una especie de ave: este mapa es lo que se denomina “genoscape”. Una vez completado este mapa, utilizan plumas o muestras de sangre recogidas de aves en las zonas no reproductivas y utilizan el genoscape para identificar dónde se reproducen esas aves. Estas conexiones permiten al equipo construir mapas de conectividad migratoria.
La conectividad migratoria mide el grado en que las aves que anidan en diferentes zonas del área de reproducción migran a diferentes lugares para la temporada no reproductiva. La conectividad migratoria fuerte se produce cuando las aves de una población del área de reproducción de la especie migran a la misma zona de invernada, mientras que la conectividad débil se produce cuando los individuos de una población reproductora viajan a diferentes zonas de invernada y se mezclan con individuos de diferentes poblaciones reproductoras. Estos patrones son importantes, porque cuando las aves muestran una fuerte conectividad, las diferentes poblaciones de la especie pueden estar constantemente expuestas a amenazas y tensiones, poniendo en riesgo a toda una población. Comprender estos patrones es un paso fundamental para desarrollar estrategias de conservación que protejan a las aves migratorias durante todo el año.
El trabajo de Ruegg y Smith comenzó con los Chipes Corona Negra (Cardellina pusilla), que con solo 5 a 10 gramos son una de las aves migratorias más pequeñas de América del Norte. Utilizando el método del genoscape, el equipo identificó nuevas rutas migratorias y patrones de tiempo de migración a lo largo de la ruta migratoria del Pacífico para los Chipes Corona Negra. Luego abordaron el Chipe Amarillo. Su enfoque genético les permitió identificar los subgrupos de la población con mayor vulnerabilidad al cambio climático debido a sus características genéticas, informando a los conservacionistas sobre dónde pueden tener mayor impacto sus inversiones. “La capacidad de trazar un mapa del potencial de adaptación de las poblaciones a las condiciones climáticas cambiantes nos permite determinar con mayor precisión dónde se encuentran las poblaciones vulnerables en el paisaje. Como resultado, los conservacionistas pueden utilizar esta información para destinar los limitados recursos donde más se necesitan y en el futuro”, afirmó Ruegg.
Bird Genoscape Project es radicalmente diferente de la mayoría de los estudios de seguimiento, en los que se colocan dispositivos de rastreo a las aves en América del Norte con poca o ninguna interacción con los biólogos de la fauna en América Latina, donde las aves pasan la temporada no reproductiva. En cambio, Bird Genoscape Project depende de sólidas asociaciones con biólogos de la fauna salvaje de todo el hemisferio, que recogen y comparten las muestras de las zonas no reproductivas de las que depende esta técnica. “Nos hemos asociado con el y su red de biólogos locales en toda América Latina, que están bajo el paraguas de la para recolectar muestras. A cambio de su participación, les proporcionamos un conocimiento de dónde se reproducen las aves que estudian en América del Norte”, explica la Dra. Kristen Ruegg.
Como socio de la plataforma “ExplorAves”, Bird Genoscape Project ha aportado datos que muestran las conexiones entre los lugares de reproducción y de invernada. Junto con los datos de anillamiento y seguimiento, estas conexiones genéticas pueden explorarse para comprender mejor cómo se desplazan las aves migratorias por el hemisferio. “El trabajo que ha realizado Bird Genoscape Project está revolucionando la forma de entender el ciclo anual completo de las aves migratoria”, afirma la Dra. Jill Deppe, directora principal de la Iniciativa de Aves Migratorias de APP, “con solo una pluma o una pequeña muestra de sangre tomada en las zonas de invernada, aprendemos más sobre dónde se reproduce e inverna ese individuo y los impulsores genéticos de cómo las aves responden al cambio ambiental”.
En la actualidad, Bird Genoscape Project se ha fijado el objetivo de cartografiar la conectividad de 100 especies de aves migratorias. Esta información nos permite saber dónde y cómo invertimos nuestros esfuerzos de conservación para tener el mayor impacto en la protección de los lugares de los que dependen las aves migratorias a lo largo del año.