Aunque suene contradictorio, sin innovación financiera y buenos proyectos no hay conservación posible. La velocidad del cambio climático y su impacto en la biodiversidad -como lo evidencian millones de aves que hemos perdido en el hemisferio occidental- no se compadece con el ritmo en las respuestas dadas por los gobiernos, la banca multilateral, las instituciones privadas o las iniciativas ciudadanas. Literatura y metas compartidas a favor del planeta hay de sobra. Y el caso de negocio para la conservación está prácticamente listo. A pesar de los avances, año tras año llegamos al mismo punto: estamos rezagados en la cantidad y calidad de la inversión en proyectos que atiendan efectivamente las necesidades actuales de desarrollo y, a la vez, los desafíos a mediano plazo para conservar lo que aún existe y restaurar lo recuperable de los ecosistemas. Conservación sin plata es conversación es un mantra que sigue vigente y debe traerse a la mesa, sin desconocer que el...