Elvis tiene 13; es ciego de un ojo. Liberty, que tiene seis años, fue encontrada tendida en una playa en Alaska. Ella también es parcialmente ciega. A Sandy le dispararon. Ivana tiene una amputación. Bingo, también apodada Big Girl, fue atropellada por un auto en Cody, Wyoming. Green Hornet se electrocutó en Arizona.
Ivie es la principal sospechosa de la muerte de otros dos residentes, por lo que está en aislamiento. Runner está amarrado a una mesa, bajo tratamiento con antibióticos por una lesión purulenta en su pata. Uno de los miembros del personal le aplica una pasta provista por un curandero.
El aviario tribal de águilas en , Nuevo Mexico, alberga 18 águilas en total, tanto Calvas como Reales. Muchas de ellas ocupan una pista larga y angosta con techo y paredes de tablillas. Ivie y Runner están albergadas en recintos separados individuales en un lado. Las aves llenan el espacio de ruido —los chirridos y pitidos agudos en serie de las Águilas Calvas, sorprendentemente débiles para una criatura tan majestuosa, y los chillidos estridentes de las Águilas Reales.
Ninguna de ellas volverá a estar libre en la naturaleza; muchas ya no pueden volar. Hasta hace 20 años, habrían recibido la eutanasia. Pero aquí, vivirán sus días con comodidad relativa —y las águilas en cautiverio viven varias décadas, usualmente más que las aves silvestres.
Nelson Luna, el director del aviario, es un hombre serio, bajo y fornido de 60 años, con un bigote gris acerado y cabello peinado en una sola trenza larga. “Para nosotros, estas no son solo criaturas salvajes”, comenta. “Cuando recibimos un águila nueva, la limpiamos de los malos espíritus y la aceptamos en la tribu como miembro de la familia. Las tratamos con el respeto que se merecen, y cuando mueren, las tratamos de la misma forma que a un familiar fallecido”.
Eran mediados de octubre y la temporada anual de muda de plumas casi había terminado. En el suelo de gravilla hay algunas plumas caídas por aquí y por allá, y es por esos apéndices que las águilas son tan valiosas. “Nos dan los recursos que necesitamos para cumplir con nuestras obligaciones religiosas”, comenta Luna. “El águila brinda bienestar mental, prosperidad para uno mismo, su familia y su tribu. Estas son las cosas por las que rezamos con nuestras ofrendas de plumas”.
Otras tribus también usan las plumas de águila de manera ceremonial. Sin embargo, el derecho para obtenerlas está enredado en la tensa relación entre los Nativos Americanos y el gobierno federal. Ambos veneran al águila: los primeros por su significado antiguo y sagrado y los otros como símbolo nacional, pero a través de cosmovisiones muy diferentes.
Los Zuni han ofrecido un modelo para cerrar esa brecha. Pero incluso los aviarios tribales podrían no ser suficiente para afianzar la increíble recuperación del Águila Calva, o para estabilizar la población del Águila Real, ya que fuerzas tanto religiosas como no religiosas, han fomentado un mercado negro.
L
as aves son parte primordial de la cultura Zuni. El águila, a veces llamada Dios Cazador de las Regiones Altas, vuela más cerca de los cielos que cualquier otra criatura viviente. Al pavo se le honra por enseñarle a la tribu a cultivar maíz y mantener alejados a los espíritus malignos. El papagayo y el cuervo están en el corazón de la historia de la creación de la tribu, conduciendo al primer Zuni en su gran migración después de haber surgido de las entrañas de la Tierra en el Gran Cañón. El papagayo guio a un grupo al sur de la Tierra del Eterno Sol; los seguidores del cuervo fueron en dirección este, buscando lo que llamaban el Lugar Intermedio.
Un día fui al Lugar Intermedio con Kenny Bowekaty, chamán del Dios Fuego. Caminamos en un viento tempestuoso por las calles angostas de Zuni Pueblo, pasando por casas de adobe modestas y una misión española en ruinas con un cementerio cubierto de vegetación, hasta que llegamos a unas escaleras que llevaban al techo más alto. Desde ahí se podía observar una vista panorámica de Dowa Yalanne, la meseta de la roca roja de lados escarpados donde los Zuni se refugiaron de los invasores españoles en 1540. Debajo de nosotros había una pequeña plaza cerrada. Bowekaty señaló abajo y dijo: “Este es el corazón de la Madre Tierra”.
Actualmente en la reserva viven aproximadamente 8,000 Zuni, dos tercios de los miembros reconocidos de la tribu. Al igual que todos los Nativos Americanos, deben abrirse camino entre la influencia contradictoria de la tradición y la modernidad; por ejemplo, alternadamente producir muñecos kachina tallados a mano, que simbolizan espíritus ancestrales, y viajar 40 millas a Gallup a su empleo en Wal-Mart. Su relación con las águilas también refleja esta tensión.
Durante siglos, los Zuni recogieron plumas para fines ceremoniales directamente de las aves tomadas de sus tierras ancestrales. “Los ancianos solían tener sus propios aviarios pequeños y éramos autosuficientes”, comenta Octavius Seowtewa, un anciano de 70 años en la poderosa Galaxy Medicine Society, una de las seis fraternidades religiosas Zuni. “Los ancianos tenían aves y las criaban por sus plumas. Las personas las alimentaban y las cuidaban, todos recibían su parte”.
Eventualmente, la caza descontrolada y el envenenamiento condujo a la reducción en las poblaciones de águilas en todo Estados Unidos, dando lugar a la aprobación de varias leyes superpuestas de protección de vida silvestre. La Ley Lacey de 1900 prohibía el tráfico de aves, nidos y huevos a través de los límites estatales. La Ley del Tratado de Aves Migratorias (MBTA, por sus siglas en inglés) de 1918 hizo que fuera ilegal tener cualquier ave migratoria o parte de estas sin un permiso federal. Después vino la de 1940, enmendada en 1962 para incluir Águilas Reales. Esta también prohibía la posesión de águilas y sus partes. De repente, las antiguas tradiciones tribales estaban en contra de la ley.
Para dar a los Nativos Americanos una fuente legal de plumas, el gobierno estableció el , que actualmente está ubicado justo afuera de Denver, y a las agencias federales se les ordenó que enviaran a todas las águilas muertas y lesionadas allí. Los miembros de una tribu reconocida por el gobierno federal podían solicitar hasta una Águila Calva o Real entera cada año, o el equivalente en partes. Pero el repositorio no pudo mantener el ritmo con la demanda de 573 tribus distintas. “Por un cadáver completo de un Águila Calva el tiempo de espera puede ser de seis meses a dos años”, me dijo Luna. “Para un Águila Real joven con plumas blancas en la cola y puntas pardas, del tipo que se ve en los tocados de guerra en las películas, pueden ser seis años”.
A las águilas lesionadas había que aplicarles la eutanasia —y en ese sentido, los Zuni encontraron una posible solución al problema. ¿Por qué no mantener a las águilas vivas y bien cuidadas para la tribu, garantizando así que los miembros tuvieran una fuente fresca de plumas mudadas? El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos estuvo de acuerdo y les dio a los Zuni un permiso para construir un aviario con fines religiosos, que abrió en marzo de 1999. Desde entonces, otras siete tribus han hecho lo mismo.
A
unque faltaban unas semanas para que llegara el invierno, el cielo era una masa de nubes oscuras, un aguanieve liviana soplaba a través de las paredes de tablillas de la pista de vuelo. Al otro lado del estacionamiento del aviario, el personal de Luna había aprovechado el mal clima para clasificar las plumas de la temporada.
“Todas las mañanas saludamos a las águilas, recogemos las plumas y las ponemos en un recipiente”, comenta Stafford Chimoni, o Bobo como lo apodan sus amigos, quien estaba alegremente supervisando a dos asistentes Zuni jóvenes. “Una vez que se llena el recipiente, las ponemos en una bolsa de papel y las guardamos en el refrigerador”. Ahora el equipo estaba metiéndolas en bolsas plásticas, clasificándolas por tipo: de las patas, del cuerpo, del penacho, primarias, secundarias, y las más apreciadas de todas las plumas de la cola, ⲹ’d:ɱ.
Chimoni me mostró el formulario que las personas usan para decir cuáles plumas quieren y para qué. Puede ser para el festival Shalako de invierno, donde los bailarines representan mensajeros para los dioses de la lluvia, o el amuleto de la Madre del Maíz, o uno de las kivas, las cámaras secretas en las que los hombres celebran ceremonias religiosas. “La demanda principal es para bastones de oración, especialmente durante la temporada de ayuno de invierno”, comenta. Me mostró uno, una rama pelada de seis pulgadas de largo. “Usan unas cinco plumas para uno de estos, dependiendo del tamaño de su familia, y lo usan para rezar por una larga vida, prosperidad y felicidad”.
Cada nuevo arribo al aviario se pone en cuarentena para evitar el contagio de infecciones, se lo vacuna contra el virus del Nilo y se le hace un chequeo físico anual que lo lleva a cabo el personal del zoológico de Albuquerque. En su momento pico, la población llegó a tres docenas de aves. Luna me mostró una foto de un Águila Real hembra llamada Olo que él había entrenado. Ella estaba posada sobre su muñeca, con las alas extendidas. “Desafortunadamente falleció en el 2007”, dijo en voz baja.
Ella murió durante una serie de muertes repentina. Varias Águilas Reales sucumbieron a infecciones del tracto respiratorio. Cuatro Águilas Calvas murieron de cáncer. En el 2010, Luna descubrió la causa. El aviario se había construido en un lote, arrendado de la Oficina de Asuntos Indígenas del gobierno federal, donde previamente se habían almacenado tanques de diésel, gasolina y pesticidas. Los tanques tuvieron fugas y la oficina simplemente había cubierto el área contaminada con una capa de seis pulgadas de gravilla. Los Zuni continúan con una disputa con la agencia sobre quién es el responsable del costo de remediación. Hasta que eso se resuelva, Luna dice que el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos ha suspendido la admisión de aves nuevas, que es la razón principal por la que la población del aviario es apenas 18 aves actualmente.
Luna observó a su personal embolsar las plumas y suspiró. Se necesitarían seis veces la cantidad de águilas, dijo, solo para satisfacer las necesidades inmediatas de los diversos grupos religiosos de la tribu, sin tomar en cuenta las solicitudes cotidianas para artículos como los humildes bastones de oración. Los aviarios tribales habían ayudado a crear un suministro de aves, pero no pudieron llevar el ritmo con el aumento de la demanda.
N
ación Navajo es la tribu más grande del país, con 332,000 personas; casi 30 veces más que la Zuni. Su aviario de águilas, que está localizado a unas 60 millas, en el en Window Rock, Arizona, solo tiene 13 aves.
Camino ahí me detuve en Gallup, donde cené con un señor de nombre Eddy Benally. Nos reunimos en el histórico El Rancho Hotel sobre la Ruta 66, donde el menú es un tributo a los antiguos actores de cine que se hospedaron ahí mientras filmaban películas del oeste. Benally ordenó una hamburguesa John Wayne, que venía con queso amarillo y guacamole; yo pedí las enchiladas Rita Moreno.
Benally era un funcionario de cumplimiento de la ley tribal, y de la tribu Navajo. Después de una período de trabajar encubierto en el área de narcóticos, dejando crecer su cabello hasta la cintura para mezclarse con los distribuidores y adictos en la reserva, Benally había pasado los últimos 20 años persiguiendo cazadores furtivos que suministran un próspero mercado negro de plumas. Ahora, a un mes de jubilarse, tenía mucho que contar para desahogarse.
“Hay mucho más dinero relacionado con partes de animales de lo que hay relacionado con drogas”, dijo. “Las Águilas Reales inmaduras se venden por $2,000. Únase a un grupo de Nativos Americanos en Facebook y encontrará alguien que le venda plumas de águila. Las personas me dicen: ‘¿Por qué te enfocas en los Nativos Americanos? Nosotros cuidamos de la vida silvestre y la Madre Tierra’. Y así es como el hombre blanco nos ve, también. Bien, pues eso es una tontería. Los Nativos Americanos son los mayores asesinos de águilas”.
Más allá de las presiones obvias de demanda de tanta gente, los cazadores furtivos son motivados por dos cosas, explicó: la asamblea indígena y la Iglesia Nativa Americana: ambas innovaciones relativamente modernas.
La asamblea indígena se originó con tribus individuales, principalmente en la Planicie, pero ha evolucionado durante el último medio siglo en una declaratoria compartida y colectiva de identidad Nativo Americana. Se ha vuelto un evento social, una atracción turística, un espectáculo en el que resaltan los elaborados trajes con plumas de los bailarines de la asamblea, celebrados en parques y ferias, patrocinados por casinos y combinados con rodeos. Los Navajo lo han recibido de forma entusiasta.
“Se trata de la teatralidad, el dinero, el prestigio”, dice Benally. “Hay carteras de $10,000. Mientras más plumas de águila lleva puestas una persona, más puntos obtiene”. Las plumas de la cola del Águila Real joven son las más valiosas, pero las plumas moteadas de una cría de Águila Calva también son altamente cotizadas. “Entonces, también les disparan a muchas de estas”, dice.
No son solo las águilas, agrega, mientras me muestra una foto de plumas de Carpintero Escapulario que estaban en venta en internet. “No es porque esa especie específica sea sagrada”, explica, “es solo por los colores, el privilegio”.
La respuesta usual de los tribunales tribales Navajo es un jalón de orejas, me contó Benally. Los casos más graves se remiten a los federales; el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos maneja entre 700 y 800 casos de MBTA y protección de águilas al año en todo el país. Algunas veces estos terminan en operaciones encubiertas prolongadas. En el 2015, una investigación conjunta de agentes especiales federales y la Nación Navajo rompió una red de mercado negro que traficaba plumas y procesó a 36 personas. El arresto reciente más grande fue el resultado de una operación larga de 19 meses llamada Dakota Flyer. Diecisiete personas en cuatro estados fueron declaradas culpables en agosto de 2018 de violar la Ley Lacey, la MBTA y la Ley de Protección del Águila Real. Pero en casos menores, dijo Benally, el gobierno se muestra renuente a llevar a los Nativos Americanos al tribunal. “Consiguen un defensor público y dicen que es su derecho religioso”, comenta. “Es muy difícil enjuiciar”.
En la década de 1970 el gobierno estaba entre la espada y la pared, con leyes de protección de vida silvestre que chocaban fuertemente con garantías de libertad religiosa. El arresto de 28 Nativos Americanos en Oklahoma por tener en su poder plumas de águila trajo recuerdos amargos del Código de Delitos Religiosos del siglo 19, que prohibía los bailes y ceremonias tribales. Después de eso, el Departamento del Interior aclaró que no perseguiría legalmente a los Nativos Americanos que simplemente tuvieran plumas o las intercambiaran sin ninguna compensación. Luego, en 1978, el Congreso aprobó la Ley de Libertad Religiosa para Indígenas Americanos, que protege los derechos de los Nativos Americanos para practicar religiones tradicionales, incluidos el “uso y posesión de objetos sagrados”.
La cultura y la religión son infinitamente elásticas, evolucionando constantemente en respuesta a circunstancias históricas. Las leyes federales habían tratado de equilibrar la protección del águila con respeto por la cultura Nativa Americana haciendo que las plumas estuvieran disponibles para ceremonias religiosas. Pero independientemente de qué tan importante fuera para los Navajo, ¿podía realmente describirse la asamblea indígena como una “ceremonia religiosa”? ¿Y qué hay de la Iglesia Nativa Americana?
La iglesia tenía sus raíces en los esfuerzos, respaldados por el gobierno, de los misionarios del siglo 19 de convertir a los Nativos Americanos al cristianismo. En 1918 muchos de los convertidos se rebelaron contra la prohibición legal de algo que era fundamental a sus creencias: el uso del peyote alucinógeno como un sacramento, un medio de comunión con Dios y Jesucristo. Demandaron y se les otorgó una exención de las leyes federales de drogas, citando la libertad religiosa y la Primera Enmienda. La iglesia había comenzado en Oklahoma, pero con el tiempo atrajo a varios seguidores en la reserva Navajo. Para la década de 1960, más de uno de cada tres Navajo participaba en las ceremonias, y en 1983 sus seguidores registraron formalmente la Native American Church of Navajoland. Uno de los principales accesorios de sus sacerdotes es una pluma de águila; otros adornos de la ceremonia con peyote incluyen abanicos de plumas y silbatos elaborados con huesos de águila.
Benally guardó sus comentarios más duros para los Hopi, cuya pequeña reserva está rodeada completamente por tierras Navajo. Los Hopi consideran que el águila es un ser humano en forma de animal, pero aun así tienen un permiso federal para sacrificar a 40 al año, un ritual religioso que involucra asfixiar a la joven ave en harina de maíz para que pueda ascender a los cielos para llevar mensajes a los dioses.
Él me mostró la foto de un hombre con dos Águilas Reales jóvenes encadenadas a un techo. “Eso es la reserva Hopi”, dijo. “¿Y ves detrás del hombre? Esas dos montañas son sus cerros sagrados. Ahí es donde van a buscar los nidos”. Lo que más le enojaba a él no era solo lo inhumano del ritual, era que un pacto controversial entre tribus permite que los Hopi tomen 18 de sus 40 aguiluchos de territorio de nidificación en la reserva Navajo.
Y luego, dijo, estaba el caso Hardman, que involucraba a un hombre blanco que había adoptado la religión de su esposa Nativa Americana. Lo habían atrapado con plumas de Águila Real que le había dado un líder religioso Hopi, pero un tribunal había fallado en su favor, citando incluso otra ley federal, la Ley de Restauración de la Libertad Religiosa de 1993.
Era mucho para procesar. La historia del aviario Zuni parecía clara: un compromiso razonable pero imperfecto entre el gobierno federal y una tribu sumamente tradicional. Pero visto desde un lente más amplio, el águila habita un campo minado político, legal y ético, con tres leyes federales que protegen al ave, dos que garantizan libertad religiosa y un montón de regulaciones federales y pactos tribales voluntarios. Sobre la base de la religión, a la Iglesia Nativa Americana se le había dado la exención de las leyes federales contra las drogas; a los Hopi de las leyes que protegen a las águilas, y a un hombre blanco convertido de la ley que “solo se aplica a los indígenas”.
Eventualmente Benally se rio, empujando a un lado el resto de su hamburguesa John Wayne. “Tal vez yo solo veo las cosas así porque he sido policía por tanto tiempo”, dijo. “Tal vez mejor debí haber sido plomero o carpintero o algo más”.
E
l aviario Navajo es administrado por un anglosajón, un biólogo de vida silvestre afable de nombre David Mikesic. Mientras que los Zuni construyeron su aviario con financiamiento tribal y privado, los Navajo comenzaron el propio con una de $200,000, al igual que lo han hecho otras tribus como los Iowa y la Nación del Ciudadano Potawatomi en Oklahoma. (El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos ha propuesto eliminar el programa, creado para financiar soluciones proactivas de conservación, para que el Departamento del Interior pueda “abordar prioridades más importantes”).
El aviario Navajo no tiene Águilas Calvas, solo Reales, cuyo hábitat de nidificación preferido es en los altos riscos de las mesetas de roca roja de los alrededores, donde se alimentan de liebres norteamericanas y perros de la pradera. En la entrada hay una estatua imponente del ave, posada sobre un simbólico montaje de las cosas que la matan, como los automóviles y los cables de electricidad. Preocupado por el impacto potencial de los sacrificios Hopi y una reducción percibida en las Águilas Reales, Mikesic supervisó un estudio de 10 años sobre las Águilas Reales en la reserva. Las dos causas de muerte identificables más importantes, aparte de las que sacrifican los Hopi, eran la caza ilegal y los cables de electricidad. Las Águilas Reales son particularmente susceptibles a la electrocución debido a que su envergadura, que puede ser de casi ocho pies, es suficiente para servir de puente para el espacio entre el cable de tierra y el conductor energizado.
Hasta el gobierno de Trump, ningún gobierno de ninguno de los partidos había cuestionado que el simple objetivo de la MBTA era prohibir no solo la caza ilegal, sino también la muerte predecible, aunque no intencional, de las aves por peligros como derrames de petróleo, turbinas de viento, fosos de desechos y cables de electricidad. La amenaza de responsabilidad fue un incentivo poderoso para que las empresas de energía buscaran soluciones prácticas: cubrir los fosos con redes, por ejemplo. Pero una resolución del 2017 del Departamento de Interior cambió todo eso. Las empresas ahora serían responsables solo si pretendieran deliberadamente matar a las aves. Las muertes accidentales por los cables de electricidad, que matan hasta 64 millones de aves al año mediante impactos o electrocución, ya no conllevarían a ninguna sanción.
Aunque APP y otros están desafiando la resolución en un tribunal federal, la Nación Navajo tiene su propio código legal, incluida la Lista Navajo de Especies en Peligro de Extinción, con protecciones extensas para aves migratorias y otra vida silvestre. En el 2008 Mikesic elaboró normas aplicables para los postes de electricidad “seguros para las aves de rapiña”, no solo para las águilas, sino también para el Halcón Ferruginoso, la única otra especie con una envergadura lo suficientemente grande como para estar en riesgo de electrocución. Esta autoridad legal independiente es potencialmente significativa, pues la reserva de 27,000 millas cuadradas alberga las minas de carbón y los pozos petroleros de la cuenca de San Juan, la central eléctrica a carbón Four Corners y la plataforma de fractura hidráulica en el cañón Chaco. Si las protecciones de la MBTA son anuladas, los Navajo “tendrían todo el derecho de desarrollar sus propias leyes y regulaciones de cualquier forma que les parezca conveniente”, explicó Mikesic.
Aun así, las tierras Navajo siguen siendo un santuario aviar intranquilo. Dos de las aves del aviario Navajo son sobrevivientes del caso de caza ilegal reciente más notorio, una serie de disparos en la reserva en marzo de 2018. La primera víctima fue un Águila Calva a la que le dispararon en el ala. “Las plumas de la cola se las habían arrancado mientras seguía viva”, dijo Mikesic. “¿Cuánto más cruel se puede ser con un animal salvaje, ni qué hablar de un animal sagrado? Me rompe el corazón. Al ave la habían abandonado en el desierto sin comida ni agua, sin poder volar. La herida de la bala se había infectado. Había perdido sangre. Había que practicarle la eutanasia”.
En el transcurso de las siguientes dos semanas, a dos Águilas Reales les dispararon cerca, una hembra y un macho. Las plumas de sus colas tampoco estaban, pero ambas sobrevivieron, y las trajeron al aviario después de pasar un tiempo en rehabilitación. Bajo el programa Adopta un Animal del zoológico Navajo, a la hembra la bautizaron como Atsa’bah, o Águila Guerrera Hembra; al macho, Iron Heart (Corazón de Hierro).
Uno de los asistentes de Mikesic, Lionel Tsosie, trajo un Águila Real hembra intacta, le colocó una capucha sobre la cabeza, la meció suavemente y luego extendió su espléndido abanico de doce plumas de la cola. “Por una colección de estas, estamos hablando de miles de dólares”, dijo.
Una familia de Navajo había estado escuchando nuestra conversación desde una plataforma de observación enjaulada. “¿Cuál es Iron Heart?” preguntó una de las mujeres. Ella me contó que el ave había sido nombrada en honor a su padre, quien había fallecido en agosto. “Mi padre fue fiscal de la Nación Navajo durante mucho tiempo, en toda la reserva”, dijo la mujer, Tiffany Shaw. “Conducía una motocicleta con los Navajo Hopi Honor Riders para honrar a los veteranos. Y era bailarín de la asamblea indígena. Siempre tenía plumas de águila y siempre las regalaba a las personas”.
Una de las águilas tomó vuelo abruptamente con un chirrido fuerte y batiendo enérgicamente las alas, y una pluma del cuerpo blanca y pequeña, más plumón que barbas, y flotó en dirección hacia nosotros.
“Lo que un curandero Navajo hace es rezar a una de estas plumas blancas pequeñas y luego soplarla en el aire y pedir que su oración sea llevada a las deidades”, dijo Tsosie. “Porque el águila es la encargada de llevar nuestras oraciones desde este mundo hasta los cielos”.
La enorme ave planeó de vuelta a su percha, y la pluma se alojó en las barras de la jaula de observación. Un familiar de Iron Heart extendió el brazo y la tomó con cuidado entre el pulgar y el índice. Mikesic le sonrió y dijo: “¿Tiene un permiso para eso?”
Este artículo se publicó originalmente en el ejemplar de primavera 2019 como “Mixed Blessing” (Bendición combinada). Para recibir la revista impresa, hágase miembro hoy mismo .