David Steen hace sonar los frenos de su Chevy negro, y el camión frena de golpe en un camino arenoso del Bosque Nacional de Conecuh al sur de Alabama. "¡Es una serpiente de añil!", dice antes de meter el camión directo en el parque, con la puerta abierta, y salir corriendo bajo el sol de noviembre en busca de su cantera. Steen logra que la serpiente salga del camino y se meta en los matorrales, donde logra agarrarla por la cola y levantarla. Con casi un metro de largo, el animal curva el cuerpo hasta parecer un moño.
La serpiente de añil oriental es la serpiente autóctona más grande del país y una superpredadora. Se ubica en el punto más alto de la cadena alimenticia de los reptiles y se alimenta de las serpientes que ingieren aves. Si bien hubo una época en la que las serpientes de añil se trasladaban de Florisa a Mississippi a través de médanos y pinos de hojas largas, con el tiempo su hábitat se redujo—debido al desarrollo urbano, la agricultura y la extinción de incendios— al 2.2 % de lo que fue alguna vez. Después del año 2000, los científicos , donde se había declarado funcionalmente extinta 50 años atrás. Desde aquel entonces, se han liberado 137 ejemplares (más otra docena durante el último año en otro punto de Florida). Con el regreso de esta especie, otras investigaciones comenzaron a analizar el efecto que tiene esa reintroducción en la cadena alimentaria, sobre todo, de las aves cantoras.
Hace dos años, Steen, por aquel entonces ecologista investigador de la Universidad de Auburn, ayudó a colocar más de 250 pajareras para recolectar una información que resultaba más que necesaria. Debido a que la serpiente había desaparecido hacía tantos años, nadie sabía si las poblaciones de aves habían disminuido a partir de su ausencia ni cuánto podrían resurgir ahora que la serpiente iba a regresar.
Hasta el momento, azulejos, saltaparedes de Carolina, herrerillos bicolor y carboneros de Carolina, además de las ardillas voladoras, han podido aprovechar los nuevos refugios. El aumento de la actividad en las pajareras podría significar menos depredadores como las serpientes cabeza de cobre o las culebras ratoneras, gracias a la presencia de una buena cantidad de serpientes de añil.
Pero justo cuando el proyecto parecía ser prometedor, Steen recibió la orden de detenerlo. Cuenta que el gobierno federal no se interesa demasiado por la investigación de especies en peligro de extinción y los fondos destinados a monitorear a esas aves se acabaron. Steen cedió su trabajo de reintroducción de serpientes a Jim Godwin, un zoólogo del Programa de Patrimonio Natural de Alabama. El proyecto continuará durante los próximos años y se liberarán unas 30 serpientes al año en el Bosque Nacional de Conecuh.
Los biólogos conservacionistas también llevaron una docena de serpientes a la Reserva Apalachicola Bluffs and Ravines de conservación natural, en el mango de Florida, su segundo punto de reintroducción. Aquí, Sara Piccolomini, una estudiante de posgrado de la Universidad de Auburn, como parte de su tesis realiza un seguimiento del éxito de la nueva población de serpientes de añil. Pasa sus días realizando trabajo de campo para entender hacia dónde van, cuánto miden y cómo se mueven entre las plantas, los pastizales, los solidagos y los pinos de hoja larga. Su proyecto recibió el apoyo de un programa estatal que recauda dinero de las ventas de licencias de especialización que promueven la vida silvestre.
Sin embargo, a diferencia de las serpientes que se liberaron en Conecuh, las 12 serpientes de Florida tenían radiotransmisores implantados y nombres. Al momento, Piccolomini está en busca de Gail, un ejemplar que parecería estar al otro lado de la quebrada. La científica salta con agilidad sobre un cauce engañoso y sube por el terraplén hacia el otro lado, con apenas un poco de sudor sobre su frente. Pasa entre cinco y seis horas en el campo cada vez que se dispone a rastrear a estas serpientes, así que conoce tanto los ejemplares como el terreno mejor que nadie.
Hasta el momento, parece que las serpientes están bien. Todos los ejemplares que Piccolomini ha logrado rastrear (dos estaban muertos y uno desapareció) están más largos y pesados. Incluso vio a uno de los ejemplares, Sally, comiéndose a una serpiente cabeza de cobre unos días después de haber sido liberada. Los datos también han resultado ser interesantes. Por ejemplo, resulta ser que los machos y las hembras se dispersan de modos diferentes, un hallazgo que podría hacer que conservacionistas futuros liberen más hembras, que son las que suelen quedarse por más tiempo en el punto en el que se establecen. Rastrear sus movimientos también podría revelar qué necesitan las serpientes para prosperar y cómo se comportan en estado salvaje.
El proyecto de Florida se extenderá por lo menos hasta el próximo verano, con Piccolomini siguiendo de cerca a sus serpientes de añil. Luego intentará publicar su trabajo y pasar a otra área de estudio de las serpientes (le interesan especialmente el efecto de su veneno y la resistencia al mismo). Pero antes de eso espera poder ver a otro de sus ejemplares, quizás a Jane o a Val, comerse a otra serpiente.
"En la región aún hay un gran interés en lo que sucede con las serpientes de añil", explica Godwin. "Le darán una nueva forma a la comunidad de serpientes, lo cual a su vez tendrá otros efectos". Si las serpientes logran restablecerse con éxito en su hábitat natural, es probable que también mejoren las condiciones para las poblaciones de aves en los bosques de pinos de hoja larga. Esperamos que todos puedan ver los resultados.
Esta historia se publicó originalmente en la edición de Primavera 2018 de la Revista APP bajo el título "It's a Snake-Eat-Snake-(Eat-Bird) World". Para recibir la revista de APP , .