Hace poco más de un año, en esta revista, anuncié un gran plan para ver tantas aves como me fuera posible en 2015. El campo de juego: Planeta Tierra. La meta: 5,000 especies. El 1 de enero de 2015 me dispuse a ver el mundo, un ave a la vez.
Mi misión, además de la aventura en bruto, era dar testimonio de la diversidad —humana y aviar— que habita nuestro planeta. Me metería en la red mundial de observadores de aves, escucharía sus historias y vería sus especies. Tal hazaña ha sido posible gracias a la Internet, que ha transformado la forma en que las personas interactúan con la naturaleza y con los demás. Lo que antes era visto como una actividad para los jubilados del primer mundo ahora se ha vuelto popular en todo tipo de fronteras; el avistaje de aves se ha disparado en países como Brasil, Malasia y China. Mientras me movía de un lugar a otro en la búsqueda constante de verano, con solo una mochila llena, un par de binoculares, un blog diario (patrocinado por APP) y una buena dosis de entusiasmo, empecé a ver lo que significa el avistaje de aves en este nuevo milenio. Nunca contraté un guía internacional, pero nunca tampoco fui a observar aves solo. Siete continentes, 41 países y 365 días más tarde, había acumulado 6,042 aves, ¡superando el récord mundial del Gran Año anterior por 1,701 especies!
Al viajar alrededor del mundo, vale la pena dar buenas propinas, sonreír siempre, llegar temprano, ser agradable y llevar una cuchara en el bolsillo trasero (en caso encontrarse con un tarro de mantequilla de maní). Aquí hay algunas otras lecciones que aprendí del mayor Gran Año hasta ahora.
Qué traer
Cuanto más lejos vaya, menos se necesita. Para este Gran Año, llevé solo equipaje de mano. Compré una mochila de 40 litros en REI y tomé algunas decisiones difíciles: ¿Telescopio terrestre o teleobjetivo? (Elegí el telescopio). ¿Desodorante o un tercer par de ropa interior? (Escogí la ropa interior, para bien o para mal). Varias veces hubiera perdido vuelos si hubiera tenido que despachar equipaje. En Perú llegué al aeropuerto 18 minutos antes del despegue, y pude tomar el vuelo.
Mi equipo aguantó muy bien. Nada fue robado o perdido. Los artículos más útiles incluían un telescopio, binoculares y una cámara de Leica (mi patrocinador), así como mi computadora portátil MacBook Air y mi iPhone 6, los cuales fueron utilizados a diario en condiciones difíciles y nunca me han defraudado. Una linterna SureFire LED con baterías recargables fue especialmente práctica (para observar aves nocturnas) y un puntero láser verde (para señalar aves en bosques densos). Menos esenciales eran el mosquitero portátil, el forro para la bolsa de dormir, las pastillas para purificar el agua y los calcetines contra sanguijuelas.
Conectarse
Gmail y Facebook obtienen una gran cantidad de crédito, pero , una base de datos de avistaje de aves en línea administrada por el Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell y la APP, es la red social indispensable para el observador de aves, conectando actualmente a casi 300,000 de nosotros de todas partes del mundo. Frases como “eBird vitalicio” y “compartamos una lista de verificación” eran parte de las conversaciones regulares en lugares como la India y Taiwán. Cuando estudiaba acerca de las aves para prepararme para el Gran Año, pasé más tiempo buscando datos en eBird que en las guías de campo tradicionales; era fácil de ver lo que otros habían registrado en lugares a los que planeaba visitar.
Hablando de guías de campo, no podía guardar ninguna en la mochila, así que fui digital. Muchas guías de campo ahora están disponibles como aplicaciones. Por lo demás, escaneé las páginas y las guardé en mi smartphone, para una fácil referencia sin peso extra.
¿Gran Año, grandes emisiones?
Tenía una huella de carbono más grande de lo habitual, pero di la vuelta al mundo deliberadamente para ser eficiente y promediar tan solo un corto vuelo a la semana. Me uní a un programa para compensar esas emisiones adicionales. Además, mi presupuesto apretado me obligó a ir con cuidado donde estuviera; al final, toda esta aventura (viajes, equipo y gastos de mantenimiento) costó casi lo mismo que una linda camioneta SUV.
Los superlativos
Ecuador proporcionó la mayor cantidad de especies en el tiempo más corto, observé 625 en 12 días. Se encuentra en la región de mayor biodiversidad del mundo y una buena infraestructura lo que hace que sea fácil moverse. Uganda se posicionó en un cercano segundo lugar (517 especies en 11 días).
Un observador de aves marcha al ritmo de su estómago y comí muy bien este año. Los mejores momentos incluyen comer mole casera en Oaxaca, México y kebabs de Adana en Turquía. India fue el único lugar que me dio dolor de estómago —un caso de un día de “vientre de Delhi”— pero los restaurantes callejeros en el sur de India fueron impresionantes.
Con calor o frío, lluvia o sol, pegajoso o no, siempre fui a observar aves. Melbourne, Australia, tenía una onda de calor de diciembre inusual con días de 110 grados Fahrenheit (43 grados Celsius), lo que significa que superó a los Emiratos Árabes Unidos como el lugar más caluroso que visité. La Península Antártica en enero fue el más gélido, sin embargo, incluso con temperaturas justo por debajo del punto de congelación, no era tan congelante como se podría pensar. Y aunque mi itinerario cruzó muchos lugares durante sus estaciones húmedas, realmente me empapé en el Amazonas del sureste de Perú.
Dije que no iba a elegir favoritos, pero tres avistamientos se destacan. En Brasil esperé varias horas para ver un Águila Arpía llegar a su nido y fui finalmente recompensado cuando el macho se abalanzó con un coatí, similar a un mapache, en sus garras. Meses más tarde, en las Filipinas, me perdí de ver al igualmente poderoso Águila Filipina, pero en su lugar vi otra ave favorita, el endémico Faisán de Espolones de Palawan, como consuelo. Por último, encontré al Correlimos Cuchareta en peligro de extinción en Tailandia en mi tercer intento, un avistamiento agridulce, ya que, de acuerdo con un artículo de APP del 2012, la cuchareta podría extinguirse pronto.
La última palabra
A veces se puede ver el mundo con mayor claridad cuando es visible todo a la vez. Este año me di cuenta de que el avistaje de aves mundial está entrando en una edad de oro. Y, de manera conmovedora, esto ocurre justo en el momento en el que muchas especies de aves están en peligro.
Nunca tuvimos tantas especies enfrentando un futuro tan incierto. El calentamiento global puede parecer abstracto, pero todos los días soy testigo de sus efectos: las temperaturas en la Antártida han aumentado 5 grados centígrados en los últimos 50 años, causando el sufrimiento de los pingüinos Adelia y de Barbijo mientras que los Gentoos prosperan. Desde América del Sur hasta África, los locales se quejaron de lluvias esporádicas, las condiciones de sequía extrema que experimenté en Sao Paulo tenían a los funcionarios considerando cortar el suministro de agua de la ciudad cinco días a la semana. Con una población humana en crecimiento, especialmente en los países en desarrollo, los hábitats con mayor biodiversidad del mundo están bajo mucha presión: bosques antiguos talados, contaminación asfixiando el aire y el agua. Una y otra vez, oigo a la gente contar cómo las condiciones climáticas cada vez más impredecibles están afectando su vida, su entorno y sus aves.
Al mismo tiempo, más personas que nunca están observando aves. Las guías de campo, información del sitio y el acceso nunca han sido mejores. La fotografía digital ha generado un nuevo conjunto de entusiastas de las aves, especialmente en Brasil y Asia. Han surgido nuevos clubes de avistaje de aves en México, China, Filipinas y otros lugares, a veces gracias a tan solo una o dos personas entusiastas. La búsqueda del avistaje de aves y el interés en la conservación local, se ha revolucionado en una escala global.
Mientras estaba allí afuera, el blog de recibió miles de visitas al día. Algo sobre este viaje ha capturado los corazones y la imaginación de todo tipo de personas: estudiantes universitarios, personas hospitalizadas, adolescentes en países lejanos, porteros y millonarios, para nombrar unos pocos. Nunca se sabe cómo sus acciones tocarán la vida de los demás —mi fascinación por el avistaje de aves fue impulsada por una maestra de quinto grado— pero espero que este proyecto haya inspirado una mayor apreciación de las aves de todo el planeta entre personas de todas las edades, capacidades, colores, ingresos y nacionalidades.
Terminé mi Gran Año más avivado que nunca. Después de 365 días consecutivos de avistaje de aves, desperté el 1 de enero de 2016, me uní a unos amigos y salí a ver qué aves podíamos encontrar.