La mayoría de los aficionados a las aves toman unos binoculares para apreciar avocetas o cuervos. Nicky Fijalkowska hace otra cosa: toma un par de agujas y un ovillo. La tiene un truco para transformar ovillos de lana interminables en pequeñas réplicas de aves. Entre los miembros de su círculo aviar, cada vez más grande, hay frailecillos y lechuzas, y deben su trazo fino y puntos firmes de costura a una obsesión de toda la vida. Cuando era pequeña, Fijalkowska dibujaba aves en el jardín de sus padres y partía de viaje con el Club de Jóvenes Ornitólogos.
El tejido de punto, por otra parte, no se dio de forma tan natural. “Lo intenté siendo adolescente pero siempre hacía ropa que no entraba y terminé odiándolo”, cuenta Fijalkowska. No volvió a agarrar las agujas hasta fines de sus treinta, cuando la gripe porcina y la fatiga posviral la postraron durante un año. “Algunos días no tenía energía para hacer nada”, cuenta. “Pero aprendí a tejer y logré hacer cosas”.
En poco tiempo, el nuevo pasatiempo de Fijalkowska se convirtió en su segunda profesión. Lanzó su en 2010 y publicó en 2015. Su capacidad artesanal creció con los años de práctica y observación de campo, pero su objetivo continúa siendo la simpleza. “Quiero hacer motivos de aves para cualquier persona que tenga una mínima destreza para el tejido de punto”, dice.
La disponibilidad de sus creaciones ––y lo tiernas que son, cada una con su nombre especial–– hace que sean efectivas como embajadoras de conservación. El año pasado, la (RSPB, por sus siglas en inglés) le pidió a Fijalkowska que creara un motivo tejido para generar conciencia sobre un ; desde 1995, la cantidad de aves en Reino Unido disminuyó hasta un 55%, mayormente debido a la pérdida de ciénagas y pastizales.
Luego del éxito de “” (en inglés, “Wendy the Whaap”, a raíz del nombre con el que se la conoce en Escocia), Fijalkowska diseño un “ave vocera” para el , una iniciativa que protege halcones pescadores en época de reproducción en Gales. Y en enero de este año, la publicidad del , un proyecto nacional científico-comunitario, tenía imágenes de ella y sus tejidos.
Con una lista de 50 especies para hacer y contando, la tejedora experta no piensa detenerse. Y si bien los motivos ayudaron a orientar la atención hacia las aves, también pueden tener beneficios de salud reales para la gente”, dice Fijalkowska. “Tejer es muy terapéutico”, explica. “Es una gran forma de acallar la mente y concentrarse en la sensación de la lana en tus manos y en realizar un acto simple de creación”.
Para aquellos que quieran probar su destreza con el tejido de punto, Fijalkowska recomienda el motivo de la Avoceta Común (que se puede descargar en forma gratuita al final de esta historia). El ave zancuda blanca y negra fue víctima de cazadores y coleccionistas de huevos victorianos a mediados del siglo XIX y prácticamente desapareció del paisaje británico. Sin embargo, luego de la Segunda Guerra Mundial, la especie hizo su regreso triunfal a las playas de East Anglia, cerradas e inundadas como defensa contra posibles invasiones. A raíz del éxito de su conservación, esta ave recibió el reconocimiento emblemático de formar parte del .
Desde un punto de vista estético, “la avoceta es una de las aves limícolas más fáciles de reconocer por su plumaje llamativo, sus patas largas y su pico curvo”, dice Fijalkowska. “Quería captar un poco de su elegancia y porte”.
Pero esas patas largas también hacían que el motivo de la Avoceta Común fuera el más desafiante de Knitted Birds (Aves tejidas, en español), explica Fijalkowska. El cuerpo de las aves se hace con puntos simples y debería resultar sencillo para tejedores novatos y con poca experiencia, pero una vez que se llega a las patas, la tarea se complica. “Es importante dar muchas puntadas de apoyo en la parte superior de las patas, donde se encajan con el cuerpo”, explica la diseñadora. “Esto endurece el material y le da al ave una mayor estabilidad”.
Para que la avoceta se pare, hay que pegarla a una plataforma firme o a un pedazo de madera flotante (si se utiliza esta última opción, hay que asegurarse de que la madera esté completamente seca, sino no se podrá pegar). “Si siguen las instrucciones y no logran que la avoceta se pare, intenten con cuidado doblarle una pata unos milímetros”, sugiere Fijalkowska. “En general, con pequeños arreglos se logra el equilibrio”.
El producto final tiene un lugar especial en el corazón de Fijalkowska: Si bien hay incontables motivos tejidos de aves comunes de jardín, existen muy pocos de especies zancudas, dice. Así que es momento de hacer rodar el ovillo.
Esta historia se publicó originalmente en la edición de verano de 2019 como “Moving the Needle” (Moviendo la aguja). Para recibir el ejemplar impreso de la revista, hágase miembro .