Jim Rivers se asoma al agua, iluminada por la luz de la luna, aferrado a la cubierta del Pacific Storm que atraviesa firme el oleaje. A la distancia, brillan las luces de la ciudad costera de Waldport, Oregón.
Rivers, profesor de Ecología Animal en la Universidad Estatal de Oregón (OSU, por sus siglas en inglés), se preocupa por la luna. Está claro y luminoso, lo cual podría complicar la tarea de acercarse a las aves marinas que nadan. Brilla un faro; su contorno es cada vez más grande y brillante. Cruje la radio.
“¡Se acerca un ave!” Marty Martinez, contratista del Instituto de Estudios Ambientales de California, hace un anuncio desde la cubierta.
Un Zodiac se estaciona al lado del buque de investigación y la tripulación ––conformada por tres hombres–– le entrega a Martinez una jaula. Dentro encontrará un solo Mérgulo Jaspeado. Del tamaño de un pato pequeño, el ave marina, rechoncha y descolorida, está por sufrir lo que Martinez llama en broma “una abducción extraterrestre”.
Cada año, en primavera, a los investigadores de la Universidad Estatal de Oregón se les permite marcar hasta 100 mérgulos en su etapa reproductiva como parte del , un esfuerzo de varios años implementado por la Facultad de Silvicultura de la Universidad Estatal de Oregón en 2015 para comprender las necesidades y preferencias de nidificación de esta especie esquiva que cada vez se ve más amenazada.
Esta noche de mayo, al grupo de la Universidad Estatal de Oregón se unió un equipo de especialistas en aves marinas del . En la cabina, los técnicos toman medidas y muestras de plumas en silencio del mérgulo cautivo y le colocan una banda en la pata antes de pasarlo con suavidad a las asistentes de investigación, que tienen la meticulosa tarea de suturar un pequeño transmisor al dorso del cuello del ave. Todo el equipo tiene las uñas pintadas de azul ––una tradición para elevar la moral que se impuso en abril.
Martinez mete la cabeza de nuevo en la cabina. “Otro más en el camino”.
El Pacific Storm navegará por esta franja del océano hasta altas horas de la madrugada. Para cuando amanezca, habrán marcado a nueve Mérgulos Jaspeados. A pesar de las noches largas, “este equipo no preferiría estar en ningún otro lugar”, dice Rivers, uno de los líderes del proyecto.
Pero atrapar y marcas mérgulos es “la parte más fácil”, dice, y solo el primer paso para comprender el misterioso ciclo de vida de las aves.
A
podada “alondra de la neblina” por los leñadores del noroeste del Pacífico, el Mérgulo Jaspeado tiene una estrategia de supervivencia complicada. Entre el sur de Alaska y la región central de California, estos buzos moteados de alas rechonchas pasan la mayor parte de su vida en el mar, alimentándose de peces pequeños y krill. Sin embargo, durante el verano, vuelan hasta 50 millas hacia el interior para nidificar en su santuario de árboles maduros, donde eligen una rama gruesa cubierta de musgo para poner su único huevo. Pueden recorrer docenas de millas en un día, yendo del nido hacia el mar y viceversa, para alimentar a sus crías. (Algunos en Alaska han sido documentados alimentándose hasta a 125 millas de distancia de la costa).
Esta disposición impresionante les funcionó a los Mérgulos Jaspeados hasta la década de 1850, cuando la tala comenzó a destruir gran parte de su hábitat de nidificación. Desde aquel entonces, se estima que la especie ha disminuido entre un 50 y un 80%, motivando al Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos a en 1992. A pesar de su situación especial y la protección adicional del , la población de mérgulos continúa disminuyendo en algunos lugares.
“Los bosques jóvenes no han podido madurar”, explica Kim Nelson, quien también es directora científica del proyecto de la Universidad Estatal de Oregón. Los mérgulos comenzaron a interesarle en los 80, mientras estudiaba pájaros carpinteros y escuchó el llamado de estas aves llamar desde los árboles. “Mientras tanto, sigue habiendo actividades de tala en territorios públicos y privados, y los incendios forestales han reducido el hábitat de la costa de Oregón”, cuenta Nelson.
El poco hábitat apto que queda se encuentra totalmente dividido, y los huevos y crías de mérgulos se ven más expuestos en las lindes de los bosques. Los años de registro de Nelson muestran que más del 70% de los nidos falla, casi siempre a raíz de sus depredadores. Si las condiciones oceánicas son desfavorables, puede que los mérgulos ni siquiera se reproduzcan. De 2014 a 2016, por ejemplo, la presa marina disminuyó en partes del Océano Pacífico debido a una enorme ola de calor que se conoció como “The Blob” (algo así como “la masa amorfa”). Este tipo de situaciones presagian un futuro bajo la influencia del cambio climático ––y otro desafío para el Mérgulo Jaspeado.
Para colmo de males, la especie también sufre un déficit de natalidad que se suma a su tasa de mortalidad: las aves mueren antes de emplumarse o antes de poder reproducirse. Un estima un 80% de posibilidades de que los mérgulos se hayan extinto en Oregón para 2100.
Razón más que suficiente para llevar el Proyecto de Mérgulos Jaspeados al próximo nivel. Al diagnosticar los factores específicos que afectan el éxito reproductivo, investigadores de la Universidad Estatal de Oregón esperan poder brindar información relevante a los administradores de bosques para que planifiquen sus actividades considerando zonas de nidificación que resultan clave para las aves marinas. Si participan tanto empresas madereras como grupos conservacionistas, es más que factible el plan de “separar” parte del hábitat para permitir la recuperación de la especie. Pero antes de poder ver los resultados, los investigadores tienen que seleccionar qué árboles vale la pena salvar.
D
os semanas después del recorrido en el Pacific Storm, Rivers y la asistente de investigación Lindsay Adrean se encuentran entre helechos de espada que les llegan al pecho en un bosque costero cerca de Waldport. Ambas miran hacia el cielo, coronado por abetos enormes de 200 pies de altura. Lo único que se escucha es y el zumbido bajo de un dron pequeño que planea entre las copas de los árboles.
Brian Taggart de dirige los controles, subiendo el dron uno o dos pies mientras su compañero Matt Pickett estudia las imágenes térmicas que transmite de su cámara. Rivers espía por encima de sus hombros. La imagen en la pantalla de la tableta es un collage de magentas y rojos. “¿Crees que es un ave?”, pregunta Rivers, señalando una sección de calor naranja blancuzca. Taggart dirige el hacia la izquierda para modificar el ángulo de la cámara.
Taggart y Pickett, ambos antiguos pilotos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, crearon la organización sin fines de lucro Oceans Unmanned para popularizar el uso de vehículos aéreos sin tripulación (UAV, por sus siglas en inglés), también conocidos como “drones”, en materia de conservación y estudios marinos. En 2017, el equipo de Rivers los invitó a ver si los UAV equipados con podían ayudar a detectar Mérgulos Jaspeados en sus nidos.
“No puedo creer cuán lejos se trasladan dentro del bosque para nidificar y lo bien que se esconden”, dice Taggart.
Durante la temporada de reproducción, los Mérgulos Jaspeados adquieren el plumaje moteado misterioso que les ha dado su nombre. Una pareja se turna cada 24 horas para incubar su nidada de un solo huevo, cambiando de turno a la mañana temprano.
Una vez que se marca a las aves en el océano, los equipos costeros de tierra coordinan con aeronaves tripuladas para rastrear a las aves hasta la costa. Otro equipo de tierra se ocupa del bosque, utilizando telemetría por radio y a un escalador con binoculares que se acerca a las aves. “Tienes una sola oportunidad para ver al ave: cuando vuela a través de las copas de los árboles a 60 millas por hora”, dice Nelson, que descubrió el primer nido de Mérgulo Jaspeado en Oregón.
Ubicar un nido puede llevar desde varios días a una semana; es difícil para los equipos de tierra recibir una señal precisa de un transmisor cuando están en las copas de los árboles. Un drone, por otro lado, puede subir y bajar, escaneando el árbol hasta que detecte la mancha térmica que indica que un ave está en su nido.
Taggart y Pickett comenzaron a probar la tecnología de imágenes térmicas en aves marinas del Acuario Costero de Oregón, y luego en Codornices Japonesas, que colocaban en las copas de los árboles en las que quizás anidaban los mérgulos. Las imágenes de la cámara FLIR revelan una figura blanca perfecta: una codorniz.
Pero el trabajo de campo ha resultado ser desafiante. El permiso del dron del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos solo permite una hora de vuelo por día cerca de un árbol de nidificación, y las baterías de los UAV limitan las pruebas individuales a unos 15 minutos. Los vientos fuertes pueden forzar a los drones a aterrizar y los días de sol pueden crear “falsos positivos” ––rayos de luz que imitan las señales de calor de las aves nidificadoras.
Esta temporada, Taggart y Pickett hicieron dos viajes a la costa de Oregón para perfeccionar sus técnicas de búsqueda. Y aunque no detectaron ninguna ave, Rivers tiene esperanza con respecto a la tecnología. El año que viene, quizás intenten colocar receptores de telemetría a la carcasa del dron, además de las cámaras.
“Es un proceso a largo plazo”, dice Rivers. “Estoy aprendiendo a ser paciente”.
E
n solo dos temporadas de campo, el equipo de la Universidad Estatal de Oregón ha tenido muchos giros en esta trama, además de algunos reveses. En 2017, ninguna de las 61 aves marcadas llegó a nidificar y casi dos tercios abandonaron el área de estudio. Los investigadores las rastrearon hasta San Francisco al sur y hasta el estado de Washington al norte.
Creen que los mérgulos partieron en busca de comida, ya que las condiciones de forrajeo de la parte central de la costa de Oregón fueron malas el año pasado. Pero el merodeo de estas aves pone en duda la precisión de los estudios poblacionales de la Costa Oeste, que toman muestras de cada año. “No sabemos si el estudio de California cuenta algunas de ‘nuestras’ aves de Oregón”, explica Nelson.
Este año, seis de las 76 aves marcadas nidificaron, incluso una que prefirió un arce de hojas grandes antes que una conífera ––lo cual representa el primer registro de un mérgulo reproduciéndose en esta especie arbórea en los “48 inferiores”.
Se instalaron cámaras cerca de seis nidos para que los investigadores pudieran controlarlos de manera constante. En los meses venideros, los expertos analizarán las imágenes en busca de información para saber con cuánta frecuencia los padres alimentan a sus crías, qué especies marinas traen al nido y cómo reaccionan a amenazas potenciales como los arrendajos y los cuervos.
Este es exactamente el tipo de información detallada que puede inspirar decisiones administrativas futuras, como la creación de áreas tranquilas y aisladas alrededor de los sitios de nidificación. Ya resulta claro que es importante tener hábitats intactos de alta calidad para que exista una población sana de mérgulos al noroeste del Pacífico. En reconocimiento, la y otras organizaciones han trabajado para proteger tanto las zonas de forrajeo marino como los bosques maduros de reproducción en la parte central de la costa de Oregón, que ostenta en todo el estado.
La división local de APP se encargó de la designación del que abarca 80,000 acres de hábitats costeros y cercanos a la costa en todo el estado de Oregón. La zona incluye los 216 acres del y se superpone con la, dos a nivel federal y un .
El mosaico ayuda a preservar “varias piezas de un gran rompecabezas que conecta hábitats marinos y terrestres”, dice Paul Engelmeyer, director del santuario Ten Mile Creek para la Sociedad APP de Portland y dirige con Nelson.
A pesar de los amplios esfuerzos, la recuperación del mérgulo es tediosa. En febrero, la Comisión de Pesca y Vida Silvestre de Oregón votó por clasificar al Mérgulo Jaspeado como en peligro de extinción, una decisión que podría haber generado una mayor protección de las tierras públicas. Cuatro meses después, la agencia bajo el argumento de necesitar más información precisa sobre cómo está la especie en Oregón. La Sociedad APP de Portland y otros cuatro grupos de conservación han contra la comisión.
Con tantas amenazas potenciales, incluida la carta difícil del cambio climático, el equipo de la Universidad Estatal de Oregón está en una carrera contrarreloj para encontrar respuestas y ayudar a los Mérgulos Jaspeados. “Todos quieren hacer un mejor trabajo de gestión para esta especie”, dice Rivers. “Por eso este proyecto cuenta con tanto apoyo”. Gracias a este ensamble de maniáticos fanáticos de los mérgulos, la información que se necesita para proteger a estas aves marinas está casi al alcance de un dron.
Este artículo se publicó originalmente en la edición de otoño de 2018 de APPcomo “Ground Control” (Control terrestre). Para recibir el ejemplar impreso de la revista,